Macedonio Hernández | CARTERO

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CARTERO

La oficina de correos del pueblo fue cerrada hace años. Y casi nadie se enteró del suceso. El empleado, que emigró para trabajar en un Call Center, dejó el Móvil de Despachos en un rincón del local público.

Por eso, si alguna mañana por venir, un tipo raro aterriza de una bicicleta y comienza a dar palmas en la puerta de su casa, con un sobre de papel entre los dedos, dígale a sus gatos que no se asusten, mileidi: ese tipo es el cartero.

Es más le digo, si tiene un minuto para escucharme: el tipo soy yo. Y la bicicleta es el móvil que fuera abandonado en la oficina del correo.

Por eso, si alguna mañana por venir, una carta con olor de limón le llega a sus manos; no se asuste, mileidi: no son malasnuevas. Y el perfume limonero resulta de haber llevado la carta en la bolsa de la verdulería.

La oficina de correos del pueblo fue cerrada hace años. Y casi nadie se enteró del suceso. Esto de habitar Babel es así.

En la esquina hay un buzón abandonado. De pie. Firme, que ni la lluvia ni el viento. Le intuyo la panza habitada por oscuras colonias de insectos. Supe tentarme para meter de vez en cuando algún sobre en su boca buzonera. Pero pensé que tal obrar le asignaría función de tacho de basura público. Y el honor es el honor.

Así es que, de vez en cuando, le llevo flores que se caen de pura intuición angelical desde el cielo de las ramas de un árbol de la plaza. Y se las dejo al pie. Como postdata.

Pero le sigo contando. Estaba diciendo que si alguna mañana por venir, me le aterrizo de la bicicleta en su casa, mileidi, con una carta que huele a limón; acéptela, por favor. Y no sólo se lo pido como gesto que recrea la ilusión de un correo, de un cartero y de un buzón. Le celebraré la gentileza porque esa carta fue escrita por mi mano haciendo uso caligráfico de un lápiz 2B refugiado en la mochila de viajes.

Y en esa carta le hablo de mi amor por usted: qué otra expresión puede habitar el ánima de mis fabulaciones. Y le agrego algunos deseos de resistir haciendo cosas que el presente acorrala de olvido. Así que también le pido ayuda. Que me ayude. Que me cuente. Que me escriba. Que no se olvide. Porque es lindo estar esperando que lleguen cartas. Y si son de amor, mejor. Cartas escritas a dedo y lápiz, como caricia de palabras. Para que cuando nos desconecten de internet, Babel no termine por dejarnos llenos de nada. Y solos. Y ciegos. Y mudos.

Vamos mileidi. Ahora venga y lléveme a soñar. Que esta noche quiero ser hoja para que sus manos escriban un cuento de cartas que huelan a limón.
Y a revolución de besos en Babel.








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