Cintia Ceballos | Ni tan real ni tan absoluto

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Cintia Ceballos | Ni tan real ni tan absoluto


Ni tan real ni tan absoluto,
asistimos a la manifestación
de los primeros colores. Se fue dando de manera
paulatina y creciente,
extendiéndose por milenios.
Fue también del mismo modo
que ojos y manos
se manifestaron
con una razón primera.
Al rostro chato y uniforme
se le dibujaron con la timidez
de un esbozo, pequeñas o profundas hendiduras,
relieves y caminos venturosos.
Del tronco, raíces y ramas
se alargaron en camino
milimétrico y lento,
hasta encontrar las raíces un tope
y las ramas un ramillete de cinco yemas
habilidosas y maravillosamente
inquietas.
Ni tan real ni tan absoluto
asistimos a la manifestación
de los primeros colores.
Cuenta la leyenda que antes de ser
manifiestos y corpóreos,
todos tuvimos casi el mismo sueño:
unidos en abrazo solidario
asistíamos a la manifestación de los primeros colores,
amanecidos, mojados, enlodados, florecidos, asoleados y cubiertos de
estrellas.
Cuenta la leyenda que supimos de inmediato cuál era la labor primera,
fundacional y primigenia,
manifiestos ahora en diversos recipientes,
debíamos recordar el sueño, reconocernos y reconstruir el abrazo
lenta y paulatinamente, primero con nosotros mismos, luego con otro
y otros
hasta volvernos un todo
amanecido, mojado, enlodado, florecido, asoleado y cubierto de
estrellas.
Cuenta la leyenda que cada vez que dos o más se encuentran,
el recuerdo del sueño se hace menos borroso.






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Silvina Vital | La luz de escribir

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Silvina Vital | La luz de escribir


Toda la escena en un mismo cuadro: la oscuridad de la madrugada, el despiadado invierno, la agitación de los árboles afuera, la profusión de ideas inconsistentes adentro. “El problema”, pensó, “es ordenar esas ideas para que fluyan en un texto que mi cabeza pueda decir”. Buscó con la mirada la ventana y vio el reflejo de la lámpara en el vidrio –más brillante a esa hora que los vidrios eran negros. Le pareció que las voces venían de la calle de un modo muy extraño hacia ella; eran voces como de una misa o venidas del canto de algún servicio litúrgico. Distinguía palabras en Latín y algunas risas. Podía notar con claridad que había cierta poesía en el ritmo y en la melancolía de las voces. Los sonidos, vistos detrás del vidrio, tienden a sonar como burbujas en el agua; puede uno saber que existen pero no puede uno detectar quién los ha emitido. Como música, las palabras del otro lado de los vidrios negros parecían dichas por una voz propia, pronunciadas con cierta fluidez, acaso ordenando sus ideas turbias. Las voces duraron lo suficiente como para escribir toda una página, y luego los sonidos fueron cesando. Un par de palabras, las dos últimas, se hicieron recurrentes y con eso cerró su página; los vidrios luego derritieron su negrura. Se repitió para sí dos o tres veces las últimas líneas con una especie de gratitud y alivio. Cerró su cuaderno y lo dejó a un costado, y con un movimiento grácil y suave apagó su luz de escribir, diluida ya en la claridad de la mañana.




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Silvina Vital | Lugar

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Silvina Vital | Lugar


uno
“Y uno quisiera tener cincuenta pares de ojos para mirar alrededor, para no perderse nada de ese lugar inmenso. Cincuenta pares de ojos de cualquier modo no alcanzarían para darle la vuelta entera y recorrer el lugar de punta a punta. Y ni hablar que uno debe ser un poco ciego también para admirar la belleza..."

dos
“Cuando uno recorre el espacio pequeño que quedó entre el recuerdo y el olvido, se descubre muchas veces hecho de aromas –aromas de libros, tal vez, o aromas de tardes y de tierra mojada por lluvias de verano, o aromas de cocina, de madre, de pieles, de abrazos".

tres
“Y en los rincones ensortijados de los cajones desordenados, castigados por el arrumbamiento y el descuido, también se halla uno (entre perdido y encontrado por sus jirones de historia)".




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Sergio Francisci | Mañana es mejor

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Sergio Francisci | Mañana es mejor


- Mañana es mejor: habremos nacido un poco más.
- ¿le parece?
- Sée… se lo digo yo que ando cayendo alrededor del mundo. Cayendo y cayendo alrededor del mundo en una órbita que parece perpetua.
- Mireusté, caer alrededor de las cosas es como no tener un lugar.
- Maso. Y encima uno se acostumbra a mirar el mundo como quien observa un grano de arena en el desierto.
- ¿y eso es malo, viejo fabulero?
- De tanto ver un grano de arena puede usted mañana olvidar el desierto universal.
- granos de tiempo, mañana
- mañana tuve un jardín donde florecieron raíces
- esa es una idea oscura, no hay viaje a la semilla en estos tiempos
- Mañana es mejor: habremos nacido un poco más.

- “pinta tu aldea…” seduce la voz del Conejo de la Luna. Falaz, apóstata, ilusorio: fabulante. Ya lo vimos en otras lunas. Ciertas constelaciones lo prefieren romántico, señor blablador.

- que se inscriba entonces en las constelaciones del universo y que procedan mis labios a besar los caminos de tu cuerpo…

- Eso, siga por ahí
- si no ponés cuidado en el jardín, mañana puede ser nunca
- mañana quiero florecer tu vida, mañana después de la noche, mañana antes de la noche, mañana
- mañana voy a verte nunca dicen las redes donde el río del cielo.
- porque lo prohibido en el río puede pecarse en el cielo y a cielo revuelto, ganancia de pecadores.
- ¿y qué hago con estas notas?
- lleve, mañana me escribe algo

- mañana otra vez ayer
- y ojo con dejar para mañana lo que puede deshacer hoy
- ¿por?
- y, hoy usted pugna por algo
- sí
- está bien eso, pero sólo hoy
- ¿por?
- es un asco que mañana vuelva a pugnar por ese algo
- ¿por?
- porque mañana usted habrá de re-pugnar

- Mañana es mejor: habremos nacido un poco más.
- Tabién… vaya, que yo le sigo cayendo y cayendo alrededor del mundo en una órbita que parece perpetua.

- ¿Hoy se escribe lo que pasa o se escribe hoy para que pase mañana?

- Hagamos la prueba. Le escribo. Le abro las hojas a la tarde. Mañana, una letanía de domingo se irá por calle Italia hasta el río. Paranada. El río. Paso por la esquina desnuda de milagros. En una frágil mirada que se torna bruma le hago un cuenco de besos. Y se lo cuelgo en un eclipse que pasa. Para que se lo deje en ojos de gatos de agua y conejos voladores. Mis mejores compañías esperantes.

Bueno, vamos, ya es suficiente por hoy. Hágame un favor, que en verdad ando cayendo y cayendo alrededor del mundo sólo para alcanzar a la luna. Si la ve por ahí. Dígale usted que de amarla existo.

- ¿Algo más?
- Y, un deseo: si me encuentran, busquenmé. .




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Silvina Vital | Y si esta mañana

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Silvina Vital | Y si esta mañana


Y si esta mañana logro terminar mi cuento, entonces el día tendrá sentido, y el aburrimiento de la tarde se esfumará con la lluvia –esa lluvia que, dicen, está por venir. Y por la tarde no sentiría ya culpa por la pila de libros y papeles abandonados por la casa, ni por las tareas domésticas (y banales) que he dejado de hacer desde hace tiempo. Y no sentiré culpa tampoco si el atardecer se pone de silencio y de tedio, y si por hastío se pone tristemente abúlico. Si tuviera yo hoy mi cuento terminado esta mañana podría, de algún modo, justificar el día.

Pero la mañana se despliega lenta, como adormecida por el cielo sin sol, y observo que los movimientos involuntarios del día se hacen tan imperceptibles (uno casi no comprende el paso del tiempo los días nublados), que de repente no sé si es de mañana o si he caído ya en el borde abismal de la tarde, y vuelvo, como siempre, a sentir la nada de los días, con todos los cuentos en veremos.




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Silvina Vital | En una cárcel en las afueras

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Silvina Vital | En una cárcel en las afueras


En una cárcel en las afueras del palacio morían cada año decenas de presos condenados todos a cadena perpetua. El rey era un poderoso líder en esas comarcas y todo desgraciado que contrariara el régimen acababa en una celda en el infame presidio. Mas debe admitirse que se trataba de un monarca bastante benevolente a los ojos de muchos, puesto que el único delito no excarcelable en sus dominios consistía simplemente en atreverse a soñar distinto del rey.




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Silvina Vital | Sueño de Túnel

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Silvina Vital | Sueño de Túnel

Una noche (qué es una noche al fin, más que un breve espacio en el que las luces se atenúan, los pájaros callan y se enciende la luna), una noche es la esfera cómplice de la luz errática de las estrellas perdidas en la distancia que se cuela por las ventanas invadiendo los sueños. Y uno sueña entonces con mares azules de cielo en las noches de luna llena; sueña que navega uno hacia alguna parte, movido por el impulso de las olas y con la intención de llegar (sólo eso, la intención de llegar, pues poco importa el lugar de destino). Sueña que las olas empujan el bote hacia alguna parte –perceptible, irremediablemente hacia adelante- y sueña que la travesía se extiende por las aguas opacas de costas desconocidas. Y de repente un suspiro, un ruido, un fantasma; la voz de un ángel o de un niño o de un viejo, que lo nombra a uno y le da la mano para llevarlo a otras aguas más profundas, acaso eternas y oscuras. Y uno decide soltarse, decide dejar de soñar, y se despereza entre las sábanas de a poco mientras la luna se va apagando y los pájaros vuelven cantando a su rama.



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