David Ovich | TINTEROS

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David Ovich | TINTEROS

Antiguas voces cuentan que el atardecer es el lugar del mundo donde dos amantes escriben el futuro. Dicen que la noche es el deseo del sueño, un teatro donde los cuerpos escriben cuerpos. Y el amanecer no es otra cosa que el invento de la luz que hará posible la lectura de lo creado.

Pero a veces, se me noche extrañarte, luna, y los cuentos se niegan al cielo y no alcanzo a leer los mares que habitan silencios. Es difícil cuando no estás jugando en el bosque, cuando no besás las hojas del libro de mi cuerpo. Es ahí que se me noche extrañarte, miluna.

Se me luna el amor de amarte con los brazos esperando. Y me quedo leyendo las hojas blancas de lunáticas mareas.

Muelle para tu mar
soy

Es entonces que marea tu ola primera. Es entonces que hace tinta cenital tu luna y el teatro se abre para escribir actos prodigiosos. Hay una esquina en tus ojos donde se escribe un farol de mirar lo oscuro. Hay arenas movedizas en tu espalda donde se escriben los caminos del desierto. Hay un tintero de besos en tu ombligo y una pluma entre los dedos de tu mano.

Es entonces que tus piernas me llevan hasta la encrucijada de todas mis esperas. Es así, te escribo esto cuando la siesta se adueña del barrio de mi día. Porque la siesta del día es el prólogo de cada tarde. Es así, hasta que salgo por las calles de nuestro pueblo. Y me siento en el bar a esperarte.

Y cuando llegás, las voces antiguas vuelven a contar que el atardecer es el lugar del mundo donde dos amantes escriben el futuro.

Y entonces me hago silencio, para escucharte. Para que me inventes la luz del próximo amanecer.




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Graciela Tomassini | BOTELLAS

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Graciela Tomassini | BOTELLAS

Hay una vitrina en Roma donde se exhiben botellas de diversos tamaños, formas y colores. Botellas ínfimas, hechas para contener perfumes o portar venenos, botellones opalinos, vasijas ventrudas de vidrio sutil, cuya entraña perfectamente esférica gesta interminablemente un navío construido con fósforos o escarbadientes; vasos rojos en forma de zapatilla de baile o de papagayo, una botella como un ánade azul, otra como un tigre amarillo, retortas, redomas, botellas de Leyden, tubos de ensayo, generosas damajuanas con picos de pájaros, vasijas con forma de cabeza de cerdo o de pirata, otras como manos rosadas o blanquísimas, con uñas pintadas.

Abigarradas en el discreto espacio del exhibidor suavemente iluminado, las botellas componen una perfecta naturaleza muerta. Vaciadas de los licores que alguna vez contuvieron, las variopintas redomas conservan un sedimento púlveo o viscoso de vino, sangre, tósigo, agua tofana, cuya prolongada ausencia no evita que las huellas tiñan levemente los fondos, como una resaca que no termina de despedirse.

Los brillos pálidos, exangües, de los vidrios vacíos cruzan sus reflejos bajo los focos empañados, y uno se pregunta si dialogan en la cálida noche romana, si se cuentan historias de fogosas pasiones o crímenes secretos, o si en cambio esperan que un incauto coleccionista ceda al impulso de comprar alguna, seducido por su rareza.

En ese caso, el maleficio no se activará mientras el corcho permanezca en su sitio.




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Miriam Cairo | LA HERMOSURA

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Miriam Cairo | LA HERMOSURA

Aquel día. Lo recuerdo. Se rompió. Estaba roto. Era un pájaro inmóvil. Suele ocurrir. El mediodía se desparramaba ciegamente y las ranas existían. No me las había comido. Y también los grillos existían. Yo no los había matado. Y existía el silencio porque nadie lo nombraba. Si no hubiera existido, ese día igualmente habría sido hermoso. A la hermosura se le da por prescindir de lo seguro. Las hormigas voladoras no se parecían mucho a los dragones, por corpulencia ni por costumbres. A la hermosura se le da por prescindir de los tamaños. Esa es una realidad reconfortante.




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Momy Lázaro | A PRIMERA RISA

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Momy Lázaro | A PRIMERA RISA

Arrebatemos soles sin esperar el día
sin apremios, sin demoras,
con el tiempo exacto de volcar partículas de luz en calles penumbrosas y miradas vacías

Tengo toda la tu libertad y mi locura
Tienes toda mi fuerza y tu ternura...
Este es el tiempo exacto de respirar colores

Tus ojos dibujándome la piel y mis manos pintando turquesas en tu cuerpo.



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Silvina Vital | FÁBULA DEL RATÓN INCOMPRENDIDO

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Silvina Vital | FÁBULA DEL RATÓN INCOMPRENDIDO

Cierto día apareció el hombre con un aparejo de madera, resortes y alambres. “¡Una ratonera!”, pensó inmediatamente el ratón. Corrió entonces a alertar a los otros animales de la casa.
“No es mi problema”, dijo la gallina, “yo jamás entraría a la casa y mucho menos pondría una pata ahí dentro”. Corrió entonces a alertar a la vaca.
“No me interesa; es una trampa muy pequeña, inofensiva e inútil para mí”. Corrió finalmente a alertar al canario.
“No corro ningún peligro, en mi jaula aquí tranquilo”.
Confundido el ratón corrió velozmente a su guarida y dese allí montó guardia.

Esa noche una enorme araña peluda atravesó la sala y en un descuido de sus patas se disparó la trampa. Por la mañana el hombre encontró la araña moribunda en la ratonera, y en cuanto se acercó, la desdichada le clavó sus pinzas y liberó su veneno. Gritó el hombre horrorizado, y el ruido y el susto mataron al canario.

El hombre cayó enfermo y durante un tiempo recibió enormes cuidados. Su esposa mató a la gallina para alimentar al hombre, mas sus esfuerzos por salvarlo resultaron vanos. La esposa vendió entonces la vaca para cubrir los gastos del entierro.

Dice la fábula que, acurrucado en un rincón de su guarida, todavía llora el ratón el desconcierto y la pena, triste y sin amigos.





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El Castillo de los Destinos Cruzados

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Italo Calvino
El castillo de los destinos cruzados
Siruela | 1995 Traducción: Aurora Bernárdez



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Levantad, carpinteros, la viga del tejado

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Jerome David Salinger
Levantad, carpinteros, la viga del tejado
Edhasa | 2004 Traducción: Carmen Criado








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