Las Sirenas del Arroyo Saladillo | Noticia 14

 .



El Canto de las Sirenas del Arroyo Saladillo
Un aporte anónimo de Macedonio Hernández

 

De canto, las sirenas del Arroyo Saladillo,
son más fuleras que de frente.

Y están los que confunden el canto de las sirenas
con las sirenas del frigorífico.




“Tan luego como la nave, dejando la corriente del Río Paranada, llegó a las olas de la cascada del Arroyo Saladillo –donde están la mansión y las danzas de la Avenida Fausta y el orto del Sol-, aguardamos la aparición de la divina Aurora.” [Rapsodia 12]



Bajando las podridas aguas del Arroyo Saladillo, El Ulise y su tripulación acometen una nueva odisea de pescadores pecadores.
Sabe El Ulise que, más allá de la cascada, lo espera el canto de las sirenas.

Repitiendo otros viajes míticos, antes de arribar a las barrancas donde moran esas criaturas, manda a los navegantes a poner cera en sus oídos. Y siendo las sirenas del Arroyo Saladillo tan pero tan feas, suma a la orden de obturar oídos la de velar los ojos de todo tripulante con cinta aisladora negra.
Es así entonces que, ciegos y sordos, los pescadores llegan a las barrancas.

El Ulise, acostumbrado a las voces y a la figura de estos seres ni siquiera baja la mirada mientras oye los gritos:
- Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos. Che Ulise… Ulise García, vení que te la canto en la cara: a ver cuándo pagas lo que debés en el almacén.
- Oíme Ulise García, viejo paspado, pescador de morondanga…

Ronca, la voz del Ulise replica:
- Callate vieja del agua, bagre peludo.

El navío llega al puente con el eco de la última voz de las sirenas:
- Ulise García, pescador truchado, metete la red en el upiterno…

Ya los navegantes dejan el Arroyo Saladillo y se liberan en la corriente del gran Río Paraná. Ya los pescadores preparan la red que será lanzada, como tantas y tantas veces, en las entrañas marrones de la Gran Muralla de Aguas Planas.
El resto es mito conocido.

Con la madrugada huyendo en los fondos del desierto, El Ulise García regresa al barrio. Entra al boliche de Pueblonuevo. Enciende los amplificadores del piano. Afina la garganta para comenzar a cantar entre los míseros aplausos y la mirada trasnochada de algunos parroquianos del cuchitril.

Y canta:

“Acabo de llegar, no soy un extraño.
Conozco esta ciudad, no es como en los diarios, desde allá.
Dos tipos en un bar, se toman las manos.
Prenden un grabador y bailan un tango, de verdad.

Y yo los miro sin querer mirar, enciendo un faso para despistar,
me quedo piola y empiezo a pensar
que no hay que pescar dos veces con la misma red.

Acabo de mirar las luces que pasan.
Acabo de cruzar la plaza, las razas y el color.
Y siento un humo como familiar,
alguien se acerca y comienza a hablar,
me quedo piola y digo que tal,
vamos a … dos veces con la misma red.

Desprejuiciados son los que vendrán
y los que están ya no me importan más.
Los carceleros de la humanidad
no me atraparán dos veces con la misma red”. 




.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario